Paladar fino

Cual maldición que cae sobre los desdichados mortales, el canal y la revista elgourmet.com (y todas las copias malas que vinieron después), se han empeñado en destruir nuestros simples y delicioso hábitos culinarios. Un ejército impiadoso de chefs (porque no son cocineros, señora/señor, son chefs) con pañuelos en la cabeza, delantales impecables y zuecos de colores, revolean verduras, carnes y mariscos para convencernos de que la cocina es un arte, y que ya no se debe comer, sino degustar. ¡Al carajo, yo quiero morfar!

Ahora bien, señora/señor, si usted es una de las muchas victimas de elgourmet.com andará por la vida pensando que lo que debe comer, perdón degustar, es por ejemplo un carpaccio de lomo o unas codornices con salsa de uvas, reducción de aceto balsámico, azúcar morena (no negra, animales, los únicos negros son ustedes), un sutil toque de limón y hierbas frescas.

Oiga, usted si que está en problemas. Le informo que el carpaccio de lomo no tiene nada que ver con un bife. Es el pobre lomo congelado que se corta en finísimas fetas y se come crudo, como lo parió la puta vaca. Y si le metieron en la cabeza lo de las codornices le comento que está igual de jodido. Estas avecillas son como un pollo en miniatura que se sirve entero y que requiere precisión de cirujano o de descuartizador profesional para separar los huesos de la carne. ¡Y ni se le ocurra eso de comerla con los dedos! Y la famosa salsa de uvas es dulce pero ácida, tiene un desagradable color oscuro y, de mas está decir, es muy escasa.

Estamos hasta las manos (con cuchillo y tenedor empuñados). En la cocina de cualquier “restó” hay un egresado de una escuela de gastronomía al mando. Y el muchacho/a en cuestión ya no puede preparar ravioles con tuco, zapallitos rellenos o una mi milanesa a la napolitana. No señor. Estamos condenados a los platos ovalados y a la “pesca del día, mezclum de hojas verdes y salsa de frutos del bosque y mango” o porquerías por el estilo.

Basta. Ahora todos quieren ser Chef. Y digo Chef, no cocinero, no como esos bufeteros de antes que despachaban con sapiencia choripanes y lomitos. Ahora estos pibes son todos artistas de la cocina, hacen cocina de autor, decoran los platos, hacen torres con la comida (lo que hace imposible comerlas), hacen dibujitos con las salsas y se las ingenian siempre para meterte el mezclum de hojas verdes.

El único pescado que vale es el salmón, el único aceite que sirve es el de oliva, a la ensalada solo se le pone aceto, las hojas verdes son imprescindibles (y yo no soy un caballo para andar comiendo cualquier boludez verde) y si no sabe que es un ganache de chocolate o un sashimi, discúlpeme pero usted es un pelotudo.

Déjenme en paz, no quieran cambiarme las costumbres. Que serán tristes, pero son mías.